Un gran peligro en un pequeño pueblo
Érase una vez, en un pueblo llamado Yakihama, un rey muy caprichoso que se llamaba Yao Ming. Tenía todo el día a sus criados en hora de servicio, y como era muy caprichoso estaba todo el rato pidiendo cosas. Si había un peligro en el pueblo, tenía que tocar la campana que estaba cerca de su castillo. Cuantas más campanadas tocaba más peligroso era el peligro al que se tenían que enfrentar. A veces era tan cabezón que había un peligro, pero no tocaba la campana. Un día localizó un peligro con la ayuda de sus criados.
- Mmmm... ¿les avisamos?, creo que este peligro es muy gordo - dijo Yao.
- Lo que usted diga, señor - dijeron a la vez los criados.
- Yo creo que este peligro es de cinco campanadas - les explicó a los criados.
- Estupendo, señor, ¿quisiera que lo hiciéramos nosotros por vos señor? - le preguntó uno de los criados.
- ¡Está bien! - exclamó Yao.
Los criados fueron al campanario y uno de ellos dio la noticia por las campanadas. Los ciudadanos se asustaron e intentaron huir de Yakihama sin saber a qué peligro se tenían que enfrentar, pero debía de ser muy gordo, porque nunca habían dado tantas campanadas. Uno de los ciudadanos fue al castillo de Yao Ming para preguntarle qué pasaba.
- Majestad, ¿qué está pasando para armar tanto jaleo? - le preguntó el ciudadano al rey.
- Todos debemos huir del pueblo - dijo Yao.
- Pero... ¿qué está pasando? - insistió el ciudadano.
- Voy a ser sincero. Hay un gigante en el bosque y lo está quemando todo con su cerilla.
- Pero, ¿eso es un problema para nosotros?
- ¡Sí, porque viene al centro, o sea, aquí! - exclamó el rey.
De repente se oyeron pasos con mucho ruido. Al fin, la gente del pueblo vio al gigante. El rey se subió a una grúa que estaba haciendo obras cerca para poder hablar con el gigante. El gigante era blanco, con el pelo y los ojos marrones como el chocolate. Parecía que estaba preocupado por algo que le había sucedido. Yao Ming le preguntó al gigante:
- Gigante, soy el rey del pueblo Yakihama. ¿Qué quieres de nosotros?.
- Nada... solo quiero que me digan dónde está mi anillo de oro puro.
Hubo un silencio porque en el museo había un círculo que era de oro y la gente del pueblo Yakihama acababa de descubrir realmente qué era ese objeto valioso.
- ¿Un anillo? - preguntó Yao. ¿No se referirá usted al círculo de oro que tenemos en el museo Shandong?.
- Puede ser, porque era de oro. ¿Dónde está ese museo Shandig, no pondrá Lichi no? - preguntó el gigante.
- Shandong. Tranquilo señor gigante. Y sí, sí pone la palabra Lichi. ¿Quién es, su mujer? - preguntó intrigado el rey.
- Sí, es mi mujer, y como no encuentre ese anillo me echará la gran bronca del año - dijo el gigante preocupado.
- Bueno, pero ahora mismo les mando a mis criados que cojan el anillo y se lo traigan, ¿vale? - dijo el rey.
-¡Vale!
- ¿Y tú dónde vives? - preguntó el rey.
- Yo vivo al lado de este pueblo, en la ciudad Shangai, a 10km desde aquí mas o menos - dijo el gigante ya mas relajado.
Todos los del pueblo conocían Shangai y uno de los ciudadanos preguntó:
- ¿falsa alarma?
- Sí, no hay ningún problema. Podéis iros todos a vuestras casas tranquilos, que no nos va a hacer ningun daño.
El gigante se fue por un lado y el rey por otro y desde entonces en el pueblo Yakihama había gente que iba a visitar al gigante de vez en cuando.
Gorka Galarza 1º B